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viernes, 18 de marzo de 2016

¡No, Mariano, no!


Cuando a un niño consentido se le lleva la contraria suele expresarse mediante una agitada pataleta y unos repetitivos berridos. Lo que el Partido Popular está haciendo desde el poder ejecutivo no podría parecerse más a esa reacción.
Tras la últimas elecciones autonómicas Susana Díaz pasó casi tres meses esperando a que el PP andaluz reconociese que las únicas sumas viables les dejaban fuera. Día tras día, antes y después de las elecciones, el aprendiz de Arenas, Juanma Moreno, anduvo repitiendo el mantra “que gobierne el partido más votado”, ignorando consciente y malintencionadamente que aquí las mayorías son de sumas parlamentarias, y no de recuento simple de votos.
Después del 20D el PP nacional viene afrontando, incapaz de reaccionar, algunos de sus mayores temores: la corrupción acumulada en las cloacas está brotando por capítulos en la prensa e inundando las redes sociales; la nave se está hundiendo con un capitán que se niega a renunciar mientras la tripulación, con el agua al cuello, sonríe al pasaje como si todo estuviera bien... Pero el golpe definitivo ha sido enfrentarse a un Parlamento en el que, tanto en el Congreso como en el Senado, comisiones incluidas, los podemitas pueden plantearles preguntas crudas e incómodas. Para Mariano Rajoy no hay mayor humillación que verse sometido a las preguntas de Pablo Iglesias o del barbilampiño Íñigo Errejón. Y, no sé si inspirados en el aspecto de éste, su reacción no podría haber sido más pueril: negarse a comparecer en las comisiones y en las sesiones de control bajo la burda excusa de que no fue este Parlamento quien otorgó su confianza al actual gobierno, cuando precisamente por eso deberían someterse a su aprobación, ya que este, y no el anterior, es el Parlamento que cuenta con el apoyo de la ciudadanía. La Constitución, esa que tan ardientemente defienden en el PP, establece claramente que el Parlamento tiene entre sus atribuciones la de controlar la acción del Gobierno, sin más, sin hacer distinciones entre un gobierno electo y uno en funciones. Es más, precisamente porque el Parlamento fue elegido directamente por el pueblo es el órgano más democráticamente más legitimado para situarse sobre el Gobierno a la hora de controlar las actuaciones de éste.
En la multinacional Abengoa, andaluza hasta ahora, se ha producido un súbito cambio en las proporciones del accionariado ¿Alguien puede imaginar que la junta directiva se negase a dar explicaciones a la nueva junta de accionistas con la excusa de que no les eligieron ellos? Esa viene a ser la actitud de este Gobierno, que tanto presume de seriedad, de sentido de la responsabilidad, y demás atribuciones adultas.
Estoy seguro de que en los países con gobiernos serios, si es que realmente tal cosa existe, deben de estar contemplando la actualidad política española con la misma hilaridad con que veíamos a Tip y Coll rajar crudamente de la actualidad política de entonces para terminar con su consabido “y la próxima semana hablaremos del Gobierno”. Si el papel de Tip le correspondiese al desgarbado Mariano, creo que el de Coll, a falta de conocer a los demás líderes regionales, le iría muy bien a Moreno Bonilla; desternillante sería verles en aquella famosa actuación en la que, tras convencernos de que un vaso es un vaso, intentarían enseñarnos cómo llenarlo.
De verdad, no puede haber un político más pueril y cobarde en sus reacciones que este zangandungo que tenemos de Presidente. La cosa tendría gracia si no estuviésemos hablando del individuo que preside el país, con todo lo que eso implica. Alguien debería darle un cachete a Rajoy y gritarle con autoridad “¡No, Mariano, no! ¡Eso no se hace!”. Y ya de paso que se lo aplique también en el tema de la corrupción, a ver si por una vez en su vida hace lo que debe, y no lo que le conviene.
Sinelo

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