Cuando a un niño consentido
se le lleva la contraria suele expresarse mediante una agitada
pataleta y unos repetitivos berridos. Lo que el Partido Popular está
haciendo desde el poder ejecutivo no podría parecerse más a esa
reacción.
Tras la últimas elecciones
autonómicas Susana Díaz pasó casi tres meses esperando a que el PP
andaluz reconociese que las únicas sumas viables les dejaban fuera.
Día tras día, antes y después de las elecciones, el aprendiz de
Arenas, Juanma Moreno, anduvo repitiendo el mantra “que gobierne el
partido más votado”, ignorando consciente y malintencionadamente
que aquí las mayorías son de sumas parlamentarias, y no de recuento
simple de votos.
Después del 20D el PP
nacional viene afrontando, incapaz de reaccionar, algunos de sus
mayores temores: la corrupción acumulada en las cloacas está
brotando por capítulos en la prensa e inundando las redes sociales;
la nave se está hundiendo con un capitán que se niega a renunciar
mientras la tripulación, con el agua al cuello, sonríe al pasaje
como si todo estuviera bien... Pero el golpe definitivo ha sido
enfrentarse a un Parlamento en el que, tanto en el Congreso como en
el Senado, comisiones incluidas, los podemitas pueden plantearles
preguntas crudas e incómodas. Para Mariano Rajoy no hay mayor
humillación que verse sometido a las preguntas de Pablo Iglesias o
del barbilampiño Íñigo Errejón. Y, no sé si inspirados en el
aspecto de éste, su reacción no podría haber sido más pueril:
negarse a comparecer en las comisiones y en las sesiones de control
bajo la burda excusa de que no fue este Parlamento quien otorgó su
confianza al actual gobierno, cuando precisamente por eso deberían
someterse a su aprobación, ya que este, y no el anterior, es el
Parlamento que cuenta con el apoyo de la ciudadanía. La
Constitución, esa que tan ardientemente defienden en el PP,
establece claramente que el Parlamento tiene entre sus atribuciones
la de controlar la acción del Gobierno, sin más, sin hacer
distinciones entre un gobierno electo y uno en funciones. Es más,
precisamente porque el Parlamento fue elegido directamente por el
pueblo es el órgano más democráticamente más legitimado para
situarse sobre el Gobierno a la hora de controlar las actuaciones de
éste.
En la multinacional Abengoa,
andaluza hasta ahora, se ha producido un súbito cambio en las
proporciones del accionariado ¿Alguien puede imaginar que la junta
directiva se negase a dar explicaciones a la nueva junta de
accionistas con la excusa de que no les eligieron ellos? Esa viene a
ser la actitud de este Gobierno, que tanto presume de seriedad, de
sentido de la responsabilidad, y demás atribuciones adultas.
Estoy seguro de que en los
países con gobiernos serios, si es que realmente tal cosa existe,
deben de estar contemplando la actualidad política española con la
misma hilaridad con que veíamos a Tip y Coll rajar crudamente de la
actualidad política de entonces para terminar con su consabido “y
la próxima semana hablaremos del Gobierno”. Si el papel de Tip le
correspondiese al desgarbado Mariano, creo que el de Coll, a falta de
conocer a los demás líderes regionales, le iría muy bien a Moreno
Bonilla; desternillante sería verles en aquella famosa actuación en
la que, tras convencernos de que un vaso es un vaso, intentarían
enseñarnos cómo llenarlo.
De verdad, no puede haber un
político más pueril y cobarde en sus reacciones que este
zangandungo que tenemos de Presidente. La cosa tendría gracia si no
estuviésemos hablando del individuo que preside el país, con todo
lo que eso implica. Alguien debería darle un cachete a Rajoy y
gritarle con autoridad “¡No, Mariano, no! ¡Eso no se hace!”. Y
ya de paso que se lo aplique también en el tema de la corrupción, a
ver si por una vez en su vida hace lo que debe, y no lo que le
conviene.
Sinelo
No hay comentarios:
Publicar un comentario